Probando los buses Keniatas

Mombasa, 24 de septiembre

Un día más a las 6,30 de la mañana estábamos en pie, pero hoy no nos tocaba ni safaris ni playas paradisíacas, hoy comenzaba nuestra vuelta a casa. La noche anterior contratamos con un hombre de Diani el viaje de vuelta a Mombasa con paso de ferry incluido. La verdad es que el hombre iba un poco emporrado y teníamos miedo de que nos dejara tirados, pero no fue así. A las 7 en punto estaba esperándonos en la puerta del apartamento. Nos llevó por 2000 chelines, unos 20 euros.

Aunque nuestro bus salía a las 10 de la mañana, no sabíamos el atasco que podíamos encontrar para entrar en Mombasa y coger el ferry, así que fuimos previsores y a las 7,30 ya estábamos de camino. Nuestros amigos los monos Tardamos hora y media en llegar y sí, había atasco. En la estación de autobuses nos subieron a la sala de espera, una sala con sillas de plástico y un pequeño escenario que me sirvió para contar monólogos a lo negra chunga y representar El Rey León.

A las 10,15 nos subimos en nuestro autobús. Y qué autobús... sin aire acondicionado, con muy poco espacio entre los asientos y con un conductor y azafato bastante peculiares. Al menos según nos subimos nos invitaron a una botella de agua, una coca-cola, caramelos y cacahuetes. Al menos nos tendrían entretenidos durante las 8 horas que nos quedaban de camino a Nairobi.

El autobús cruzaba por el parque Tsavo, pero no vimos nada más allá de algunos monos en la carretera y muchos baobas. El calor era cada vez mayor y tan sólo hicimos una parada para ir al baño y otra a las 14 para comer. Como íbamos justos de presupuesto comimos un plato de patatas cada uno con chapati por 130 chelines, más barato imposible.

Nuestro conductor era poco menos que un kamikaze en la carretera... adelantamientos continuos, velocidad de más de 100 kilómetros por hora con esa tartana de bus, e incluso adelantamos a dos autobuses de la misma compañía que habían salido a las 9,30 y a las 8,30. Parece que sí íbamos a llegar en 8 horas a Nairobi después de las 20 horas que pasamos en el tren lunático de día.

Según iba pasando la tarde y nos íbamos acercando a Nairobi el cielo se ponía más y más gris... de repente cayó un tromba de agua tremenda. Tal vez Kenia estaba llorando porque iba llegando nuestro hora de volver a casa. El resultado de la lluvia fue un atasco en la entrada de Nairobi como nunca hemos visto en Madrid. Más de hora y media para conseguir llegar a la estación de autobuses.

Ya en Nairobi cogimos el primer taxi que encontramos y nos fuimos directos a disfrutar del Hilton... pero esta vez el hotel no era igual que las anteriores. Ni check-in vip, ni cervezas y comida gratis, ni Internet, ni tan siquiera desayuno... al menos pudimos disfrutar de unas camas limpias, sin mosquiteras y una ducha con agua caliente, jabón y champú. Una decepción terrible esta vez el Hilton, si lo llegamos a saber nos hubiéramos quedado un día más en la playa, que el paraíso de Diani nos supo a poco.

Con nuestro escaso presupuesto fuimos a cenar a una pizzería enfrente del hotel. Entre que la noche había caído, que seguía lloviendo y que realmente lo único que queríamos era descansar, la pizza era la mejor opción: tres pizzas medianas para llevar a la habitación del hotel nos costaron casi 20 euros al cambio, realmente caro.

Después de ducharnos y cenar nos fuimos directos a la cama. Mañana será nuestro último día en Kenia, haremos una visita a Nairobi, aunque esta ciudad tiene bastante poco que ver, así que intentaremos aguantar en el hotel hasta las 12 de la mañana aprovechando la piscina y el gimnasio. A las 4,45 de la madrugada sale nuestro avión con destino El Cairo.